miércoles, 4 de mayo de 2011

Encuentro III

Empecé a caminar por donde aquella chica me había dicho que debía ir al principio sentí que estaba perdido, pero luego me di cuenta de que lo que había anotado en mi celular concordaba con las calles y establecimientos por los que pasaba, debía cruzar a la derecha luego de pasar por la pastelería y eso hice. Camine unas siete cuadras hasta llegar al supermercado justo ahí me detuve estaba muy cansado, me parecía que había caminado varios kilómetros, lo cierto era que el sol inclemente no me ayudaba.

Decidí entrar al supermercado a comprar un litro de agua, estaba sediento. El sitio era bastante amplio, más de lo que habría imaginado viéndolo tan solo desde afuera. Camine por los pasillos hasta que conseguí el área de líquidos, tome lo que necesitaba y me dirigía a la caja a cancelar cuando se me acerco una ancianita, algo encorvada, con el cabello muy blanco, tenía los ojos claros y una sonrisa adorable. Me pregunto si trabajaba en el establecimiento, le dije que no, pero igual sentí que era mi deber ayudarla y le pregunte que necesitaba; pensé que solo serian un par de cosas hasta que saco una lista de compras por hacer que tenia cierto parecido con el grosor de uno de los libros más grandes de cualquier biblioteca pública.

Creo que la expresión en mi cara no fue de agrado pues me dijo que si tenía algo más importante que hacer podía irme, que ella podría valerse sola o en el peor de los casos conseguir a alguien más que la ayudara. Lo pensé muy bien y decidí ayudarla, tome en cuenta que ya sabía a dónde debía ir y para ser sinceros el taller de pintura no se iba a mover de lugar si ayudaba a la señora. Empezamos a hacer las compras intente llevar el control de la lista para hacer las compras más rápido, pero la señora, quien dijo se llamaba Rosario, no era tan indefensa como parecía, me decía que del apuro solo queda el cansancio y que me relajara un poco. Que me notaba algo tenso desde la primera vez que me vio. Pensé que hablaba del momento en que me vio en el supermercado, pero no era así. Rosario era la anciana que había visto al llegar a este lugar, a la que pretendí pedir indicaciones y desapareció.

Tenía razón, yo era una persona muy tensa no me quedaba tranquilo hasta terminar de hacer lo que había empezado. Mientras hacíamos las compras hablamos de muchas cosas, me conto sobre su infancia y de lo feliz que la hicieron sus padres, de sus hijas, de sus nietos y hasta bisnietos; había calculado que tendría como unos 78 años, pero no me dijo que tenía más, pero “Las mujeres no revelamos nuestra edad” me dijo entre risas. Sentía que Rosario a pesar de parecer una anciana feliz necesitaba algo o más bien de alguien por lo que fui un poco indiscreto y le pregunte porque hacía sus compras sin compañía si tenía a tantas personas que la querían.

La expresión en su rostro cambio por completo, sentí en ese instante que había tocado lo intocable por lo que intente cambiar de tema rápidamente. Ella no logro olvidar la pregunta y me dio a entender que así como ella hizo su vida y se alejo de sus padres y abuelos para lograr lo que quería y hacer que su vida valiera la pena para ella debía hacer lo mismo con sus hijos y nietos. “No nacemos atados unos a otros, cada quien es libre de escoger el camino que crea mejor para uno mismo y aunque duela debemos aceptarlo”. En un principio me pareció egoísta por parte de su familia, pero ella misma parecía haber tomado esa idea como la correcta y ha aprendido a vivir con ella.

Sin darnos cuenta ya habíamos terminado las compras y nos encontrábamos cancelando, yo olvide por completo que había ido a comprar agua. Al salir del supermercado llame un taxi para que ella pudiera irse a su casa, se despidió de mi muy tiernamente, subió al vehículo y al verme por la ventanilla me acerco una botella de agua, nos sonreímos por un instante y se marcho. Vi la botella de agua en mis manos y sentía que era el mejor regalo que me habían dado en toda mi vida. Di una mirada a mí alrededor y saque mi celular para recordar por donde debía seguir. Esperando llegar pronto al taller, debido a que ya estaba anocheciendo y no tenía otro sitio a donde ir.

lunes, 25 de abril de 2011

Encuentro II

... Me tomo más de un minuto darme cuenta de que lo que miraba no era una persona, de hecho tuve que acercarme todo lo que estuvo a mi alcance para darme cuenta de que solo estaba mirando un cuadro, sí, era un cuadro lo que estaba observando desde lejos, pero parecía tan real que me deslumbro por completo. Intente buscar al vendedor de tan bello cuadro, pero parecía no estar. Asumí que debía haber un vendedor puesto habían varias pinturas en el lugar, ninguna tenia firma, cosa que me pareció extraña.

Decidí entonces sentarme en un banco no muy alejado de las pinturas y esperar que llegase el vendedor, me interese demasiado por esa pintura que me ilumino a lo lejos; no fue hasta entonces que me di cuenta que estaba en un parque. Cuando observe a mi alrededor pude notar que no estaba tan solo como creía, habían niños jugando en un campo con una pelota roja, el color del balón llamo mi atención y me atrapo por un momento en su brillante tono, hasta que escuche una voz que me dijo “¿desea algo?”. Gire el rostro un poco atónito y me encontré con una cara que se me hacia un poco familiar, me levante y me acerque al hombre preguntándole por la pintura que me había interesado. De sus labios salió un repugnante olor que hizo que mi cara se arrugara un poco y luego de eso dijo la cantidad que me pareció un poco exorbitante para ser un pintor nada reconocido.

Quizás no fue el precio lo que me sorprendió, sino recordar que en mi billetera solo tenía 50bs. Aquel hombre noto en mi un interés muy peculiar en la pintura y me pregunto ¿por qué me interesaba tanto? No supe que responderle, pues ni yo mismo sabia porque quería aquella pieza de arte. Trate de alejarme de aquel sitio para olvidar lo mucho que me gustaba el cuadro, intente distraerme viendo a los niños jugar, pero para cuando voltee a verlos ya no estaban, en cambio había una pareja sentada teniendo una especie de picnic lo cual me pareció sumamente romántico y poco imaginativo.

Trate de no pensar, tratar de olvidar la pintura, pero el recuerdo de aquella mirada volvía a mí. Justo cuando pensaba marcharme de aquel pintoresco parque me retracte y regrese al sitio donde estaba aquel señor con las pinturas, para mi sorpresa aquel hombre ya no estaba, pero presiento que él sabía que volvería porque dejo una nota que decía “Me di cuenta del interés que tienes por mi pintura y si tanto te interesa puedes venir a mi taller. Quizás yo pueda serte de mucha ayuda.” En la parte de atrás de la nota estaba la dirección del taller de arte.

Salí del parque un poco agitado, no sabía qué hacer. Intente organizar mis ideas; no sabía dónde estaba, no sabía cómo llegar al taller de arte y tampoco tenía mucho dinero para trasladarme en taxi. Camine unas cuadras hasta ver un establecimiento abierto, parecía ser domingo, todo estaba cerrado. Entre a una panadería, pensé que me encontraría con unos portugueses, pero no fue así, en cambia habían un montón de chinos en la barra atendiendo a las personas, mi cara creo que no fue muy agradable ya que note varias miradas punzo penetrantes. Fui a donde estaba la cajera y le dije –Disculpe, podría decirme donde estoy- La mujer me vio un poco extrañada y me respondió -¿Estás perdido?- Para no entrar en detalles solo asentí con la cabeza.

Luego de una larga explicación entendí que había recorrido mucho más de lo que había pensado, la mujer trato de explicarme donde estaba y que debía hacer para llegar al taller de arte, tome nota de todo lo que me dijo en el celular, pues no tenia como recordar todos los detalles que ella me decía y la dirección tampoco era muy fácil de recordar. Salí de aquel sitio muy agradecido con aquella muchacha quien para mi suerte no era china.

Continuara...